“EL GOBIERNO DEL PP ADALID DE LA LEGALIDAD VIGENTE” (risas de fondo)

Pensando en el bien común y por elemental inercia evolutiva, me encantaría que España mañana fuera republicana y democrática. Y como me encantaría, el lamentable “procés” nos ha hecho un flaco favor. Solo espero que sirva como experiencia.

Habilitar –como han hecho los impulsores del “procés”- que se alcen como defensores de la legalidad democrática los miembros de un partido caracterizado por las trasgresiones de la ley de sus dirigentes, por su funcionalidad interna antidemocrática y por sus evidentes dificultades con la separación de poderes, incluido el de los medios de comunicación es una lamentable torpeza que pagamos el conjunto de la ciudadanía, sea más o menos progresista. En lugar de concentrarse en evidenciar porqué el gobierno del PP re-produce drama social a “manos llenas” y poner el foco en difundir al único partido conocido de la llamada democracia, sentado en el banquillo de los acusados, poniendo la guinda institucional al sinfín de dirigentes del PP que desfilan ante jueces y tribunales por su afán “estructural” de estafar y robar al interés y al erario público respectivamente e, indirectamente, cuestionar el discreto recurso democrático de votar –por inercia- a quien se vota, en lugar de dar luz sobre la cruda realidad, en definitiva, se siembran fuegos de artificio que han permitido a los delincuentes irse de rositas “mediáticas” y que gran parte de la españa confundida de un españolismo victimista avale la supuesta templanza de un gobierno con mano dura en forma de antidisturbios y artículo 155 predemocrático.

¡Qué tristeza para el sueño republicano y democrático ver las calles inundadas de trapos… otra vez¡

Veamos los “pequeños” detalles que han dejado de lado los salvapatrias catalanes en su aventura fronteriza:

Que tengamos un gobierno en esencia corrupto, cuyas miras estrechas se limitan a gestionar las necesidades públicas en función del interés privado y a vocear “españa va bien” sin importarle el retroceso social, el aumento galopante de la miseria y la desigualdad, puede ser objetivamente grave y, sin embargo, democrático si lo eligen una mayoría significativa de ciudadanos. Y de esto sabe mucho CiU, hoy llámese como sea.

Tener un presidente del gobierno con una incapacidad manifiesta para actuar, cuya dirección del país se caracteriza por “hacer lo que se debe hacer” y si el asunto se complica, mejor no hacer nada, puede ser grave y, sin embargo, democrático en la medida de que su irrisoria gobernanza es avalada por el clamor de una numerosa ciudadanía si no confundida, quizá ensimismada, pero con derecho al voto cuatrianual que tanto veneran como panacea de la democracia y que recoge nuestra añeja norma fundamental. Es lo que hay, que habrá que cambiar.

Tener un cuerpo judicial vetusto en forma y fondo, desacompasado con el ritmo social y con su cúpula tomada por simpatizantes ideológicos del clan en el poder, que imparten una justicia mediatizada, así como tener un cuerpo de antidisturbios, entendiendo los disturbios como protestas cívicas, exigencias ciudadanas o petición de responsabilidades, cuya inclinación natural de sus miembros es repartir golpes para descargar impotencia patológica puede ser objetivamente grave y, sin embargo, democrático cuando una mayoría significativa ve en esas actuaciones a los defensores de la ley y de la patria. Es lo que hay y habrá que esperar que unos se mueran de viejos y otros sean inhabilitados en los debidos test psicológicos, hoy inexistentes como parece obvio.

Tener todas estas cosas puede suponer, como de hecho sucede, una forma de hacer política muy alejada del interés común, del bienestar colectivo, y SIN EMBARGO, es una forma democrática en la medida de que es apoyada, con mayor o menor conciencia (ver apoyos al PP en barrios humildes es delirante, pero no es infrecuente), por una parte notable de la ciudadanía “soberana”.

Cuando se vive en un país donde la democracia REAL da miedo y no se sabe o no se obra en consecuencia, se pueden cometer incautas tropelías de las que luego arrepentirse. Tropelías como pretender sacudirse todos esos “detalles” que caracterizan nuestra democracia de saldo y que hemos relacionado unas líneas más arriba mediante una ingenua “declaración unilateral de independencia”, para lo cual previamente debes hacer de tu  capa un sayo tras cuyo basto tejido ni se ven leyes –apolilladas pero vigentes-, ni se ven consignas judiciales –carcas pero ajustadas-, ni se ven socios de aventura que ejemplifican con nota los males que pretendes superar, ni se ve la evidente fractura social ni tampoco, pena, el flaco favor que se hace a la República al enfurruñarse en cometer todo este desvarío en su nombre.

Y no me refiero al miedo a la democracia REAL de los políticos, que lo hay y mucho. Me refiero al miedo cultural, al de la gente. La democracia directa, la única real, exige un proceso de adaptación pedagógica que en España (y mayor parte del mundo) a pesar de los cambios que se están forzando, queda mucho que recorrer. Al pueblo, a una gran mayoría, le produce reparo poder decidir con libertad sobre las cosas realmente importantes, las que afectan a nuestra calidad de vida. Prefieren que sean otros “padres” los que decidan por ellos. Esto es lo que tenemos y hay que ser conscientes. Y si se pretende actuar sobre la injusta legalidad vigente y se hace trasgrediendo la ley, llamando a la desobediencia civil muchas veces necesaria, se debe tener un respaldo soberano, es decir, un respaldo claramente mayoritario de la gente, contundente, que explicite una realidad que debe ajustarse YA, lo que en el caso del “procés” andaban muyyyyy lejos.

Por muy justa que sea la causa, y decidir bien informados, sin trampas, sobre la independencia de un territorio lo es, se comete una grave irresponsabilidad llamando a la desobediencia y tratar de legitimar un referéndum ilegal sin la cobertura social debida, como ha ocurrido. Si esto se condimenta con trapos que ondean al viento, los últimos atisbos de democracia real inteligente desaparecen, lo más rancio reocupa su lugar y el caos irrumpe, el shock en palabras de N. Klein, y los salvadores, los que conservan, toman las riendas henchidos de cobertura patria y, por repelente que resulte, democrática.

Con este escenario desorientado y cargado de visceralidad se convocan las elecciones catalanas con el fin inconfesado de maquillar la torpeza de unos y la inutilidad de los de siempre. Y este periplo insufrible pretende terminar con unos resultados electorales que traducidos en hechos son mucho tiempo perdido, cansancio social y NADA, más allá de constatar la división social, tanto monta monta tanto, entre los que quieren independencia y los que no, sin saber muy bien ni unos ni otros lo que cada cosa significa.

Hagamos, no obstante, un esfuerzo para pensar que no todo este tiempo, en que los problemas relevantes han desaparecido (andeandarán), ha sido tiempo perdido, y veamos lo que se ha “conseguido”:

En positivo, ver al PP con unos resultados a la altura de su altura gestora y ética política, lo que no es fácil en otros territorios. Comprobar que es posible dividir a los conservadores, y su fuerza, en 3 o más porciones, lo que si consiguiéramos lo mismo en otras zonas, otra opción política cantaría, para bien general.

Poco más se me ocurre. En el lado negativo… todo lo demás y en particular que todo lo retrogrado ha salido del armario.

En fin, más allá del gobierno que salga del batiburrillo, tomemos nota de que buscar una alternativa a la injusticia manifiesta no se gana frente a la ley y llenos de emoción. Se gana con la ley en la mano, y la que no valga se cambia, pero bien provisionados de inteligencia y razón, que no falta y, sobre todo, de apoyo popular. Y si la ley injusta se resiste, porque los políticos de reacción densa no acaban de verlo y la cultura democrática no da para más, trabajamos para convencer de que esos políticos que nos gobiernan no son los mejores y que en ciertos asuntos de trascendencia debe ser el pueblo quien decida.

A salvo de la ceguera generada, toca trabajar “políticamente” para conseguir una reforma constitucional que actualice una norma obsoleta por inútil y que, entre otros muchos contenidos capitales, posibilite dar la palabra y decisión a la ciudadanía implicada en todos los asuntos de máxima trascendencia, como es el de su encaje territorial. Mientras, preocupémonos de pelear por una renta básica, por la igualdad social, porque los votos valgan lo mismo, porque nuestro país sea solidario y acogedor, por un medio ambiente protegido, por un empleo digno y bien repartido, etc. etc. y, por encima de todo, por una democracia REAL, real.

Por Ulises

NOTAS: Las razones históricas, culturales, emotivas, de justicia social o de toda índole para justificar el referéndum en nada afectan.  En democracia sólo hay una razón que importa que es la voluntad popular. Lo determinante es que esta voluntad se forme conociendo lo más objetivamente aquellas.

Sin tanto atisbo criminal e insensibilidad social gobernando en España, una minoría serían los catalanes con intención de independizarse. Conste para no despistar más responsabilidades…