Mujeres que saben de energía

El pasado fin de semana se celebró en Bilbao el I Encuentro de Mujeres sobre Género y Energía con el objetivo principal de tejer una red de apoyo y denuncia, generar herramientas de transformación social e impulsar una transición energética ecofeminista.

Maitane, Ruth, Alba, María, Mónica, Neus, Jùlia, Sagrario, Marisa, Esther, Judit, Nines, Rosa, Marta, otra María, Lolita, Irene, Pepa, Yolanda, María José… así hasta 150 mujeres procedentes de diversos territorios se reunieron en Bilbao el pasado fin de semana, demostrando que la masculinización de los espacios de mayor visibilización de este campo, poco tiene que ver con la ausencia de mujeres y mucho con la falocracia imperante en el sector energético.

Cansadas de escuchar excusas, de los “no hemos podido invitar a mujeres a la mesa redonda porque no es fácil encontrar expertas”, el I Encuentro de Mujeres sobre Género y Energía ha servido para analizar el poder del oligopolio energético, y tejer redes que nos permitan construir un nuevo modelo basado en las necesidades humanas, poniendo a la vida en el centro, y no en el afán de lucro. A la vez ha servido para visibilizar que no hay una, ni dos, ni catorce mujeres expertas en energía, sino muchas más; y que existe un techo de cristal que solo pueden traspasar hombres conectados a las esferas de poder, esos mismos que impiden la transición energética.

Uno de los objetivos del encuentro ha sido la presentación de una base de datos de mujeres expertas en energía. Conviene pararse a pensar qué entendemos por experto o experta en energía. Porque ahora parece que lo son quienes saben del negocio, pero en realidad, “¿la política energética que han hecho sirve para cubrir las necesidades de la gente?” preguntaba Alba del Campo en su intervención, “¿o es experta en energía la que trabaja para acabar con la pobreza energética?”.

Las participantes del encuentro, o al menos las firmantes de este artículo, nos hemos sentido parte de un momento clave para la transición energética: las mujeres activistas y las profesionales del sector energético han dado un paso al frente para reclamar su derecho a formar parte de la transición energética, y hacer visible el hecho de que si se deja fuera a las mujeres, a las minorías, la diversidad, lo que resulte no servirá para resolver la desigualdad , ni para frenar la destrucción del planeta.

Hay que agradecer con mayúsculas a las impulsoras y organizadoras del encuentro, la facilitación de Sorkin -Asociación para la transformación social desde la equidad y la sostenibilidad- y la buena disposición y energía de todas las participantes. Esto permitió que además de la profundidad y el rigor de los trabajos, tuviéramos tiempo para celebrar y compartir risas, emociones y vivencias. Fluyeron ideas que se iban repitiendo en los diferentes grupos y temáticas, síntoma de que, por un lado, este encuentro tenía que producirse y, por el otro, hay sintonía en la lucha en que nos encontramos.

El modelo energético actual no es neutro en cuanto a género; es machista, ecocida y genera desigualdad. La pobreza energética afecta en mayor medida a las mujeres. También somos más vulnerables al cambio climático y más sensibles a la contaminación. En muchos lugares del mundo somos las responsables del abastecimiento energético de los hogares. Muchas mujeres trabajan en el sector de la energía. Sin embargo, esto no se traduce en que se tenga en cuenta un enfoque de género -ni en realidad, ningún otro enfoque que muestre la diversidad- pero sobretodo, no se permite que las mujeres sean agentes de cambio en vez de víctimas invisibilizadas.

Durante un fin de semana intenso en contenidos y cuidados, hemos aprendido y reaprendido términos como falocracia: usurpar sistemáticamente la voz de las mujeres en la toma de decisiones; interseccionalidad: sufrir diferentes situaciones de opresión, como las mujeres migrantes, las mayores de 65 años, las trabajadoras del hogar, las responsables de hogares monomarentales; relocalización y remunicipalización, tanto de la generación como de la distribución; planificación comunitaria de las necesidades energéticas; soberanía energética; ecofeminismo.

Un tema en común, no, dos: la energía y la sororidad, pero múltiples enfoques para abordarlo, suponen una de las grandes fortalezas de lo que se ha gestado este fin de semana. Mujeres que trabajan en cooperativas de electricidad, instaladoras solares, investigadoras, activistas por un nuevo modelo energético, por los derechos humanos, ecologistas, antinucleares, trabajadoras en el campo de la salud, en lo social… que compartieron su tiempo y conocimiento para elaborar un completo diagnóstico de la situación actual y propuestas de acción para comenzar la transición energética ecofeminista.

Esta es la tarea que se asumió este fin de semana en Bilbao: aterrizar todo lo que allí había brotado y dar los siguientes pasos hacia un nuevo modelo energético con enfoque de derechos, descentralizado, renovable, accesible, que tenga en cuenta la vida. Para ello parece que las mujeres tienen que estar organizadas y apostar firmemente por no quedarse fuera. Porque, como señalaron muchas participantes, también en el nuevo modelo energético -a pesar de la implicación de muchas mujeres- se sigue repitiendo el patrón de dejarnos fuera en la toma de decisiones.

Nos enfrentamos a grandes retos: el cambio climático, el agotamiento de los recursos naturales, la pobreza energética, el secuestro de la política y la democracia por el oligopolio energético. Amenazas y ataques a los territorios y a la vida de las mujeres, en el Norte Global y, con mucha más virulencia, en el Sur Global. “¿Energía para qué, energía para quién?”, preguntaba Lolita Chávez, una luz en este oscuro mundo, digna defensora que se enfrenta a Florentino Pérez y a las hidroeléctricas “¡energías limpias de mierda!” que arrebatan el agua y el territorio a las comunidades indígenas: “¿Energía para qué? Energía para que no nos sigan matando para que otros se enriquezcan”.

Porque en el encuentro, resume Marisa Castro, “no hablamos de precios, de reservas, de rentabilidad, de cómo extraer más cantidad de energía o combustibles fósiles a menor coste. No. Hablamos de impactos, de territorio…” Hablamos, sobretodo, de la vida en el centro.

Fuente: Sara López Pérez, Elvira Cámara López y Carmen Duce Díaz (Ingeniería Sin Fronteras y Ecologistas en Acción)