Atasco sin fin en Las Rozas
El municipio, de 95.000 habitantes, es el segundo con más congestión de tráfico de la Comunidad tras la capital y el octavo de toda España
Atrapados en el atasco. Como la mayor parte de los conductores madrileños, pero los vecinos de Las Rozas, más. El municipio posee el dudoso trofeo de ser la ciudad más congestionada por los coches de la Comunidad de Madrid después de la capital y la octava de las localidades de toda España analizadas en un estudio mundial por la consultora estadounidense Inrix, especialista en medir los datos del tráfico. Cada roceño perdió en 2017 una media de 22 horas (casi un día) atascado, sobre todo en las vías de acceso al municipio. En la capital, la cifra subió a las 42 horas.
El pueblo supera a capitales de provincia como Zaragoza, Bilbao, Alicante o Murcia y a municipios madrileños que duplican su población, entre ellos Alcalá de Henares (196.000 habitantes), que también aparece en la clasificación de Inrix en el puesto 35. Los alcalaínos soportan 11 horas de parones.
El PSOE de Las Rozas ha realizado un estudio al conocer los “preocupantes” datos y ha centrado el problema en “la ratonera de la A-6, con ocho puntos negros”, además de en el “muy deficiente” servicio de autobuses a Madrid y de los que conectan las urbanizaciones de la localidad con la red de cercanías. “No tiene sentido que el tren se use cada vez menos, que bajó un 20% entre 2009 y 2015, sobre todo porque existen tres estaciones”, explica Miguel Ángel Ferrero, portavoz del grupo socialista en el municipio.
El trayecto que realiza Ana de ida y vuelta a su trabajo en Manuel Becerra, en la capital, da una visión del problema. Reside en una urbanización de chalés adosados, calco de otras muchas del municipio. Para llegar a la estación de cercanías utiliza su vehículo privado que deja, bien en un aparcamiento (1,30 euros diarios), bien en alguna de las calles adyacentes, una opción más complicada, pero también más barata. “Si le sumas los 72 euros del abono transporte y la gasolina, algo ahorras”, explica. Existe un autobús interior, pero ni se plantea tomarlo: “Hasta la parada tengo unos 15 minutos andando, y luego esperar a que llegue”, explica. Una vez que llega a Nuevos Ministerios, coge el metro.
Cuando opta por ir con su vecina en coche, toman el Bus-VAO de la A-6. “El acceso está completamente atascado, pero una vez que entras va bien hasta que vuelve el lío de coches cuando lo abandonas”, cuenta. “¿Cómo tardo menos en llegar al trabajo? Las dos opciones me llevan una hora”, responde. Sin perspectivas de que la situación mejore, Ana se está planteando comprar un coche eléctrico.
A Pinar de Las Rozas, la estación de cercanías más próxima a la zona nueva (Parque Empresarial, El Cantizal o Európolis), donde vive “más o menos la mitad de la población”, llegan dos autobuses desde las urbanizaciones, explica el socialista Ferrero. “El único realmente útil es el 628, que recorre casi todas las zonas nuevas, aunque deja a 700 metros de la estación”, añade. A las dificultades diurnas se suman los recortes de los búhos. Un contexto ideal para que en Las Rozas no se pueda “vivir sin coche”, insiste Ferrero.
Mario Arnaldo, presidente de Automovilistas Europeos Asociados, corrobora esta visión y mantiene que “cuando los servicios públicos no son atractivos utilizas el coche para todo; la gente prefiere seguir aguantando los atascos”. En Las Rozas existe un problema estructural porque los conductores acceden a vías ya congestionadas (la M-50 o la A-6) que recogen el tráfico de otros municipios de los alrededores que han crecido mucho. En la A-6 la situación se agrava debido a que “todo el mundo va hacia la M-40 y se produce un trenzado de cuatro carriles en uno que hace de embudo”, sostiene el experto. Como consecuencia del deficiente transporte público, “el parque de vehículos es altísimo”, dice Arnaldo. En 1995, el censo de turismos en Las Rozas era de 28.338 (el décimo Ayuntamiento madrileño con más vehículos), que en 2016 había subido a 47.402, bajando un puesto, a la novena posición.
Fuente: Esther Sánchez (elpais.com)