No, no me he vuelto loco con el calendario, es que este año se cumplen los 50 del estreno de la mítica película de Kubrick: “2.001 Odisea del Espacio”. Aunque los puristas dirán que el tandem Kubrick-Clarke no atinaron con la fecha, pues estamos aún muy lejos de el viaje que hace el protagonista más allá de Júpiter, la película del maestro Kubrick nos abona otra vez a la reflexión.

Me consta que  “2.001” cuenta con muchos detractores. Se la ha tildado de una película excesiva, ininteligible, vanidosa, intelectualoide. Pero también somos legión los que opinamos que este filme marca un antes y un después en la historia del cine de ciencia-ficción. Es verdad que si miramos hacia atrás encontramos “Ultimátum a la Tierra” (1.951) , y “La Guerra de los Mundos”(1.953), como películas de ciencia-ficción que superando la calificación de Serie B, consiguieron colarse entre los hitos de este género. Pero ambas nos aterrorizan ante las consecuencias de enfrentarnos a unos poderosos alienígenas con capacidad de exterminarnos; “2.001”, por contra, reflexiona sobre el origen y destino de la propia Humanidad.

Si alguien intenta encontrar respuestas en este guion está muy equivocado, Stanley Kubrick, como en tantas otras de sus obras, lo que nos plantea son preguntas. Puede que la clave se esconda probablemente es los primeros y últimos quince minutos de la película. En los del inicio, los homínidos que nos precedieron, supuestamente bajo la influencia del monolito que representa una inteligencia superior, y que vuelve a aparecer en dos momentos claves de la historia, se convierten en “humanos” desde el mismo momento en que descubren las armas, y con ellas sueñan los beneficios que obtendrán, no solo para la caza, sino también para atemorizar a sus competidores.

¿Quería indicarnos el director neoyorquino, que aquella herramienta improvisada nos proyecta muchos siglos después a la conquista tecnológica del espacio, cuando el simio la lanza al aire y el siguiente plano ya tenemos a la nave surcando el universo?. Stanley, que utilizó siempre la música como decorado principal de sus películas, salta de los inquietantes compases iniciales de “Así hablaba Zaratrustra” al reposado “Danubio Azul” que nos invita a un complejo viaje intelectual. Incluso ahora se me ocurre la posible y no buscada similitud entre ese largo primer plano de los simios, y la película estrenada el mismo año “El planeta de los simios”, con un Charlton Heston magistral dirigido por un McDowell, que le da mil vueltas a la moderna versión de Tim Burton y sus secuelas.Curioso también que el autor de la novela del mismo nombre, el francés Pierre Boulle, fuera adaptado al cine en otro de sus libros de éxito “Puente sobre el río Kway” (David Lean nada más y nada menos, otro día hablaré de él); y es que en tres de las trece películas que rodó, Kubrick quiso denunciar la sinrazón del ejército y las guerras.

Pero volviendo al “2.001”, por primera vez avanza al gran público la idea de una máquina, “Hal”, que se ha vuelto más humana que los propios pilotos de la nave, y que al parecer desconocía las tres reglas sagradas de los robots que en su día proclamó Asimov, atacando a su tripulación. El superviviente, que ha conseguido neutralizar a “Hal”, termina su viaje en un túnel del espacio-tiempo, que le conduce a una visión final en la que surgen todos los interrogantes del género humano: de dónde venimos, a dónde vamos, el misterio de la vida, de la muerte, del Universo, la terrible soledad del hombre ante su propio Destino… ¿ de Dios?… quizá, pero no es probable, puesto que la misma esposa del director declaró que “2.001” era el poema agnóstico más grande que se había creado nunca… y le doy toda la razón.Teniendo en cuenta que “2.001” se rodó en estudio y con maquetas, antes de que hubiera efectos especiales por ordenador, la obra ganó un merecido Óscar en esa categoría

El misterio envolvió siempre la vida y la obra de este director maldito de Holywood,( como ocurrió con tantos otros genios,Orson Welles el primero), del que solo se conoce una fotografía oficial y que jamás concedía entrevistas a la prensa). Hasta el momento de su muerte, cuando rodaba su decimotercer film, parece formar parte de su leyenda, la que fue gestando con una filmografía que no tiene desperdicio, del que él mismo quiso destruir todas las copias de su primera obra ” Fear and Desire” (1.953), y que le costó el que su madre no volviera a hablarle por culpa de la insuperable versión que hizo de la novela de Burgess: “La naranja mecánica”, para algunos una sublimación de la violencia gratuita, para mí un canto al libre albedrío.

Tocó todos los géneros, le faltaron solamente el western y un musical, pero tiene en su haber la mejor película de romanos: “Espartaco” ( otro canto a la Libertad), una de las mejores de cine negro, “Atraco perfecto”, y sin duda alguna sus dos grandes filmes antimilitaristas: ” Senderos de Gloria” y “La chaqueta metálica”. Esta última tuvo que competir con “Platoon”, pero es probablemente la mayor denuncia antimilitarista que se ha hecho jamás desde la gran pantalla, en todo el filme no hay ni pizca de heroísmo, lo que si se percibe en momentos de otras grandes películas del género, dejando aparte “Apocalipsis New”.

En mi opinión el maestro dejó su impronta no solo en su propia obra, cómo en la oscarizada película de época Barry Lindon, rodada íntegramente con luz natural, también en otros grandes directores que, pretendiéndolo o no, impregnan la suya del estilo Kubrick, lo que se puede decir por ejemplo de Terrence Malick, especialmente en las secuencias líricas de su “El árbol de la vida” y ” La delgada línea roja”.

Cincuenta años después del “2.001”, lo son también de la revolución del Mayo francés, del asesinato de Martin Luther King y de Robert Kennedy, del álbum “Magical Mistery Tour” de los Beatles, del Apolo VIII, que preparó la llegada del hombre a la Luna, de las Olimpiadas del Poder Negro…

Lo que no podía imaginar Kubrick es que el año 2.001 histórico, en lugar de lanzar a la humanidad a la conquista espacial, la lanzaría a un insoportable renacer del Gran Hermano del “1.984”, a raíz del ataque a las Torres Gemelas. Y en eso andamos.