Cuando buscar refugio y asilo se convierte en pesadilla
Empieza el invierno en Europa, otro crudo invierno para los refugiados que buscan asilo. El frío es un elemento que las ONG usamos a menudo para alertar e ilustrar el sufrimiento de las personas que viven en situaciones de precariedad.
Puede parecer un recurso fácil, pero es la realidad. Pasar frío bajo una lona, dormir sobre un suelo húmedo, puede que sea una de las sensaciones más desagradables que existen. Pero en este contexto, además, el frío se encarga de recordarle a uno que está lejos de su casa, lejos de lo que fue el calor de un hogar que ya probablemente ya no existe en Irak, Siria, Afganistán o Bangladesh.
El frío es un elemento más de la lista de suplicios y amenazas a las que tienen que hacer frente los miles de personas que han quedado atrapadas en el camino de huida del conflicto y de la pobreza, intentando llegar a un lugar seguro donde poder rehacer sus vidas. Huyeron de situaciones dramáticas en sus países y encontraron algo no peor pero sí muy deficiente. Abusos, violencia, indiferencia.
Grecia, miles de personas bloqueadas
En Lesbos, más de 6.000 personas viven en tiendas y contenedores abarrotados en el Centro de Recepción e Identificación de Moria. Sin cobijo, comida, agua, saneamiento, atención médica o protección adecuados. Miles de mujeres, hombres y niños han quedado atrapados en condiciones deplorables y muchos carecen de acceso a procedimientos de asilo y protección adecuados.
Algunas personas han permanecido atrapadas durante 19 meses, en los primeros días del Tratado UE-Turquía que permite a Europa devolver a solicitantes de asilo desde Grecia a Turquía, externalizando así su responsabilidad de proteger a las personas que llegan en busca de protección.
Las tiendas de campaña de verano, diseñadas para dos personas, ahora acogen a familias de hasta siete. Decenas de personas, incluidos niños muy pequeños, se amontonan en tiendas con una única tela que separa a una familia de otra. Las mujeres solas informan que algunos hombres las acosan. Algunos solicitantes de asilo han hecho la entrevista que se les exige para conseguir la condición de refugiados sin que se estudie su caso en profundidad y sin que hayan recibido la atención necesaria para evitar un mayor deterioro de su salud que, en muchos casos, es muy precaria. «La vida en el campamento es muy dura. Cada día parece una eternidad. Queremos volver a sentir que somos humanos y recuperar el respeto. Sentimos que nos han olvidado», explica Fátima, siria de 47 años, desde el campamento de Kara Tepe en Lesbos.
Desde marzo de 2016 los países europeos aplican medidas para impedir que más personas crucen sus fronteras: o las cierran a cal y canto o llegan a acuerdos como el de la UE- Turquía, que permite deportar a ese país a todos los migrantes que lleguen a las islas griegas. El Consejo Europeo afirmó que es un buen ejemplo de control migratorio: las llegadas a Grecia han caído en picado, en concreto un 75%. En un esfuerzo por hacer que funcione el acuerdo UE-Turquía, las islas griegas se han transformado en lugares de confinamiento indefinido para los solicitantes de asilo, que han arriesgado sus vidas en busca de seguridad y una vida mejor en Europa. Pero la otra cara de la moneda es que miles de personas han quedado varadas en Grecia, viviendo en condiciones inhumanas y degradantes como las de Moria.
El espeluznante infierno libio
Pero si esto provoca indignación, el caso de Libia es aún peor. Debido a la falta de rutas seguras, la del Mediterráneo central desde Libia a Italia se ha convertido en la principal vía de entrada a Europa para las personas refugiadas y migrantes. Recientemente, un video de la CNN ha hecho poner los pelos como escarpias a media comunidad internacional, además de provocar reacciones de indignación en diferentes países africanos. En él se veía como varios inmigrantes eran vendidos como esclavos, en pleno siglo XXI.
Pero ya hace meses que la tortura, las violaciones y el trabajo en condiciones de esclavitud forman parte de los horrores que cada día soportan las personas atrapadas en Libia. Son una clara evidencia de las terribles consecuencias de las políticas europeas dirigidas a evitar la llegada de personas que escapan de la violencia, la esclavitud e incluso la muerte. Ante esta situación, la Unión Europea y sus Estados miembros deben garantizar rutas seguras para las personas que tratan de llegar a Europa, para que tengan acceso a procesos de solicitud de asilo justos y transparentes.
Una vez más, hay que anteponer a las personas. Hay que proteger a todos aquellos y aquellas que buscan refugio. No puede ser que en vez de cobijo y alivio encuentren abusos, violencia e incluso esclavitud. No puede ser que el sufrimiento y el miedo sean parte de su presente, cuando su pasado en sus países de origen ya ha sido una pesadilla.
Fuente: Júlia Serramitjana (periodista de Oxfam Intermón)