Eileen Truax: “Todas las violencias que pueda sufrir una mujer las sufren las mujeres migrantes”

Periodista especializada en migraciones, Eileen Truax es originaria de Ciudad de México, donde fue reportera política y corresponsal en el Congreso. En 2004 se mudó a Estados Unidos y trabajó durante siete años en La Opinión, el diario en español más grande de ese país. 

 

Recogió su seguimiento de los chicos indocumentados en EE UU en Dreamers (Océano, 2013) y ha publicado también Mexicanos al grito de Trump (Planeta, 2017), entre otras obras. Colabora con diversos medios, entre ellos el Washington Post, y es directora de contenidos del II Congreso de Periodismo de Migración, que se celebrará en la localidad extremeña de Mérida en octubre.

El pasado mes de marzo participó en la mesa de debate “La invención de la frontera”, organizado por Médicos del Mundo, donde explicó cómo Trump ha puesto las fronteras en el foco de los medios y habló del negocio de los centros de detención de extranjeros. Dices que “Trump ha hecho el muro visible”. ¿Las políticas de Trump han hecho un favor al periodismo de migraciones?  Hay una cuestión agridulce en el tema de Donald Trump, porque por un lado ha visibilizado el discurso de odio, antinmigrante, racista, xenófobo, machista… Pero EE UU es un país que se caracteriza por la rápida reacción ante los embates que son muy extremistas y hemos visto como respuesta a una gran parte de la sociedad manifestándose, justamente poniendo el foco en los temas a los que él ha aludido. El mejor ejemplo es la Women’s March, que se registra un día después de la toma de posesión de Trump y que reúne a cinco millones de personas en las calles de EE UU, la marcha más grande de la historia. Mi preocupación es que haya la percepción de que esto llegó con Trump y que, si Trump se va, se acaba. Creo que hay que estar bien conscientes de que Trump visibilizó algo que ha estado ahí muchos años y que, si no se cambia el sistema, va a seguir ahí. ¿Qué es lo que va a seguir ahí con o sin Trump? EE UU es un país muy diverso, pero con un sistema de leyes migratorias muy hostil. Hoy tienes a personas que han vivido ahí 25 años, que han trabajado, que han hecho una familia, que tienen hijos, nietos, que son ciudadanos estadounidenses y no han podido regularizar sus documentos. Una persona indocumentada no tiene un número de seguro social, no puede conducir, no puede volver a entrar el país si sale, no puede tener apoyos financieros para estudiar, no puede trabajar legalmente. Sin embargo, la gente conduce un auto, trabaja y va a la universidad. Hay una serie de mecanismos periféricos que se van creando gracias a las redes de migrantes y organizaciones solidarias que permiten que esto ocurra, pero se requiere de un esfuerzo muy grande. Y en el camino vas encontrando a la gente que te dice “go back to your country”. El FBI lleva un registro de las organizaciones de odio en EE UU y se sabe que el número ha subido ligeramente con Trump, pero no muchísimo. Subió más el primer año de la administración de Obama. El promedio de grupos de odio activos en EE UU desde hace más de diez años se mantiene entre los 900 y los mil grupos, que pueden incluir entre blancos supremacistas, Ku Klux Klan, antimigrantes, antimusulmanes… Pero eso ha estado ahí por mucho tiempo. ¿Es el feminismo un muro de contención para la derecha en EE UU y en el mundo? Creo que no es exclusivamente el feminismo; es el ejercicio de la ciudadanía y la rebelión que han tenido los diversos grupos que se han sentido afectados. Si algo evidenció Donald Trump, y pienso que pasará lo mismo con Bolsonaro en Brasil y está pasando en España con Vox, es que la gente está cansada de un sistema que no está cubriendo las necesidades de las personas. Y estamos buscando maneras de manifestarlo, estamos buscando alternativas. La Women’s March fue convocada por colectivos de mujeres, pero dentro de esos colectivos había una representante de la comunidad musulmana, una de la comunidad latina, LGBT. De la marcha de las mujeres han salido muchas cosas, como el fortalecimiento del feminismo, la movilización de las élites anglosajonas que habían dejado de salir a la calle… Pero también ha llevado a la acción política. Hoy tienes a alguien como Alexandria Ocasio-Cortez, que viene del Bronx y que está tomando liderazgo en el Congreso. Tenemos a dos mujeres musulmanas que se cubren la cabeza y van hacia el Congreso, tenemos el mayor número de mujeres afroamericanas que ha habido… Esta organización, a los dos años, se convirtió en acción política efectiva y eso me parece que es lo que tendríamos que ver en los próximos años en todos los demás casos de radicalismos políticos.

Tendemos a ver la migración solo como ese momento en el que el migrante cruza la raya o va en la patera; son momentos muy noticiosos, pero muy breves en todo el ciclo migratorio

Eres experta en periodismo de migraciones. ¿Qué errores cometen los medios cuando se trata de informar sobre migraciones? El primer error es que tendemos a ver la migración solo como ese momento en el que el migrante cruza la raya, o va en la patera, o cruza el desierto, o va sobre el tren o está en el campo de refugiados. O bien cuando el migrante comete un delito ya estando acá o cuando se ve involucrado en un ataque terrorista. Esos son nuestros focos de atención, que son momentos muy dolorosos, visibles, noticiosos, pero muy breves en todo el ciclo migratorio. Si solo nos enfocamos en eso, siempre va a llegar la imagen del migrante como conflicto, como problema, como caos. Se pone el foco en la ilegalidad, cuando la migración es un derecho y un instinto de todo ser humano. Pienso que los medios deberían abordar el ciclo completo de la migración, es decir: revisar, ir al lugar, cuáles son las causas que originaron que la persona decidiera dejar su país y después ver a las personas que ya están para contar el ciclo completo desde el “nosotros”, porque el gran error es que estamos siempre marcando la diferencia entre ellos y nosotros. Incluso, me atrevería a decir, empezar a abordar la migración como una solución. Entonces, Trump ha puesto el foco en la frontera, hemos escuchado historias de la caravana migrante, conocemos sus vidas… y, sin embargo, la migración y el racismo siguen yendo de la mano. ¿Sigues confiando en que los medios tengan el poder de cambiar esto? Los medios tienen el poder de cambiar ese relato, pero no confío en que lo vayan a hacer porque, para que haya diversidad en la información y la información se cubra desde distintos enfoques, tienes que tener una redacción diversa, y esa es una gran carencia que tienen los medios. No queremos incluir otras voces en nuestras redacciones de cuello blanco y eso nos va a impedir cambiar la narrativa, una cosa que sí podríamos hacer. Si te digo mujer y frontera, ¿qué historias se te vienen a la cabeza? Lo primero que te diría es que me parece que el rol de la mujer migrante, que cruza fronteras, está subestimado. La narrativa migratoria tiende a ser masculina. Y, cuando se habla de las mujeres, hay un enfoque que hace parecer que la mujer llega a los lugares por reagrupamiento familiar, que llega para alcanzar al marido. La realidad es muy distinta: al menos en el corredor de Centroamérica a EE UU casi el 70% de las mujeres que migran son cabeza de familia. Esto quiere decir que migran para sostener a la familia. Esto te dice que hay una inserción en el aparato productivo importantísima y, sin embargo, no se reconoce ni en la narrativa migratoria ni en los medios, en ocasiones incluso tampocodesde las organizaciones. No quiero caer en un lugar común, pero si tú das un vistazo del caso de EE UU y pienso que debe ocurrir en España también: ¿Quiénes trabajan en los hoteles? ¿Quiénes tienden las camas? ¿Quiénes cuidan a los niños? ¿A los adultos mayores? Siempre vas a ver que hay mujeres migrantes. La mujer cruza la frontera como si fuera un fantasma cuando con el cruce de la frontera está haciendo un pronunciamiento político: “Tomo el asunto en las manos y lo resuelvo”. Y eso se me hace muy femenino.

La mujer cruza la frontera como si fuera un fantasma cuando con el cruce de la frontera está haciendo un pronunciamiento político

En ese camino que se recorre de Centroamérica a EE UU, ¿qué violencias específicas sufren las mujeres? Todas las violencias que pueda sufrir una mujer las sufren las mujeres migrantes. La primera es la violencia sexual. Es muy doloroso saber que si una mujer salió de Honduras, cruzará a primera frontera para llegar a El Salvador y ahí será violentada sexualmente. Y cruzará la frontera para llegar a Guatemala, y ahí probablemente lo será, o no, y cuando cruce la frontera para llegar a México seguramente lo será, y posiblemente no solo una vez. Es muy doloroso escuchar a las mujeres decirte que tres meses antes de comenzar el viaje empiezan a tomar pastillas anticonceptivas porque saben que serán violadas. Se da por hecho que te violará el coyote, la Policía, o los militares, tus compañeros de camino. Y después de eso pues todas las otras violencias. Por otra parte, si hay que hacer un alto en el camino para reunir dinero nuevamente, a las mujeres se les suele ofrecer, sobre todo en la frontera de Guatemala a México, el trabajo sexual. Además, como sociedades tendemos a hacer sentir a la mujer culpable cuando deja a los hijos. A los hombres nadie los penaliza, a las mujeres sí. Y podríamos seguirle. En América Latina están algunos de los países con mayores tasas de feminicidio, y está el caso de Ciudad Juárez. ¿Es la frontera el cimiento en el que se asientan los feminicidios en la región? No lo creo. Creo que son más visibles. Y también, en las zonas fronterizas suele haber gente que está en un proceso de movilidad, y hay más propensión a la impunidad. Si hay una mujer que es asesinada en Arizona, en el desierto, en Chihuaha, y venía de Honduras o de El Salvador, probablemente la familia no se entere y no habrá quien reclame justicia para esa mujer. Sin embargo, por ejemplo en el caso mexicano, tres de cada cuatro agresiones a mujeres ocurren dentro de casa o del entorno cotidiano. Evidentemente las violencias existen en todos lados y no se han visibilizado y son el resultado de una cultura. El caso de las fronteras creo que tiene que ver, en primer lugar, con la necesidad de ingreso económico que tienen quienes están movilizándose, y suele ocurrir que la oferta laboral es la sexual, lo que pone a las mujeres en mayor riesgo; y en segundo lugar, para que el tráfico en las fronteras opere —tráfico humano, de armas o de estupefacientes— se necesita que haya una colisión de los grupos delictivos con las autoridades. Entonces es menos probable que haya una aplicación de la ley, una sanción para quien cometió un feminicidio en esas regiones porque la la línea que divide al grupo delictivo de la autoridad a veces es muy tenue o inexistente. En tu intervención has hablado antes del negocio que se hace con los centros de detención de extranjeros. ¿Cómo funciona?  En el asunto de los centros de detenciones para migrantes el negocio es redondo para las empresas que obtienen las concesiones. La información más reciente que tengo es de los últimos dos años. Las dos empresas más grandes, que son CoreCivic y Geo Group, manejan casi la totalidad de los centros de detención para inmigrantes y recibieron ingresos por 3.000 millones de dólares, hace dos años, de ganancia neta. Y esto es por operar los centros de detención. Reciben un promedio de entre 160 y 200 dólares por persona por día. Hay un contrato que se hace desde la asignación de presupuestos en el Congreso por el cual nunca la empresa recibe menos del 80% del dinero que corresponde a la capacidad total del centro. Es decir, el centro puede estar al 50% y las empresas tienen garantizado un ingreso por una ocupación que equivale a un porcentaje más alto. Este asunto se ha hecho público hace mucho tiempo. Y me parece que no sería tan escandaloso si estas empresas cumplieran con los contratos y funciones que les corresponden, pero en los últimos años se han encontrado gran cantidad de casos de violaciones de derechos humanos, de abusos, episodios de violencia y racismo contra las inmigrantes en estos centros. Se han registrado muertes, dos muertes de mujeres embarazadas por ejemplo; se registran constantemente faltas de atención a personas con problemas de salud. Hay un largo etcétera de funciones que no cumple el centro en materia de derechos humanos y sin embargo el Gobierno le sigue asignando una partida grande pagada con los impuestos de la gente. Trump durante su campaña prometió que detendría a tantos inmigrantes que estas empresas no tendrían que recortar su operación. Y lo ha cumplido: no ha hecho un gran número de deportaciones pero sí un gran número de detenciones. Según los archivos públicos estas dos empresas fueron donantes de la campaña de Donald Trump y del Partido Republicano. El discurso de Trump es explícito, no hay sorpresas, y él es coherente con su discurso. ¿Lo fue Barack Obama? Barack Obama tiene el récord de deportaciones de un presidente en EE UU, 3 millones en sus dos periodos. Y hubo un año que rebasó los 400.000. Es muchísimo. Trump en su primer año tuvo 220.000 deportaciones. Para darnos una idea, Barack Obama tenía un discurso favorable hacia los migrantes, pero tuvo un Congreso republicano que le bloqueó iniciativas. Mi interpretación es que Obama tuvo que invertir su capital político para negociar con el Partido Republicano para hacer las modificaciones en reforma económica que permitieran nivelar la cuestión. Y también el Obama Care, esta ley para cubrir médicamente a quienes no tenían el servicio, y también hizo negociaciones con el Partido Republicano para retirar tropas de EE UU desplegadas en otros países. Entiendo que estos eran, desde la perspectiva política, los asuntos más urgentes y no le alcanzó el capital político para empujar una reforma migratoria. De hecho, cuando inició su segundo periodo, la primera iniciativa que firmó fue una reforma migratoria, que mandó al Senado y no se aprobó. Eso se puede entender, que no justificar, desde el punto de vista político. Lo que no se entiende es que arrestes y deportes. Yo pienso que la explicación a eso es que Obama quería enviar una señal al Partido Republicano.

Las cifras de asilo y refugio evidencian que el asilo se da con criterios políticos y económicos, y no con un criterio de derechos humanos

¿Qué nos dicen las cifras de asilo y refugio sobre los criterios de aplicación de este derecho? Es terrible ver las cifras de asilo y refugio, porque evidencian que el asilo se da con criterios políticos y económicos, y no con un criterio de derechos humanos, que es la naturaleza de esta herramienta. EE UU ha recibido a tres millones desde que se firmaron los convenios de asilo. Sin embargo, la gran mayoría de ellos han sido únicamente de países que tenían regímenes comunistas. Cuando en los 70 empieza el auge de emigración cubana con la política ‘Pies secos, pies mojados’ se recibía a quienes venían de Cuba, que eran disidentes del régimen, e inmediatamente se les daba una situación regular. Pero en el mismo periodo, en Haití había una dictadura con el general François Duvalier y los haitianos recibían el mismo tipo de represión y salían de la misma manera, pero no había una política de recepción. En el periodo de mayor arribo de inmigrantes cubanos a EE UU, el número de asilos otorgados a Haití es cero, ninguno. Eso no ha cambiado. Hoy, mientras platicamos, si una persona de Venezuela llega a EE UU a pedir asilo tiene el 78% de posibilidades de que el asilo sea aceptado. Si una persona tiene exactamente las mismas razones para pedir asilo —teme por su vida porque el gobierno le persigue, su situación económica se ha vuelto difícil, alguien le amenaza de muerte…— pero viene de Honduras, la probabilidad de que le den asilo es del 16%. Si una persona con estas mismas características viene de El Salvador, la posibilidad de que le den asilo es del 14%. Y si la persona viene de México, es de alrededor del 7%… Porque son países con los que EE UU tiene acuerdos comerciales, militares —en el caso de México con la frontera sur entre México y Guatemala—, y recibir a alguien que teme por su vida en ese régimen sería de facto reconocer que ese régimen no es democrático. Y si no lo es, ¿por qué estás haciendo negocios con él? Seguimos con ese criterio de que los habitantes del aliado político del país no tiene motivos para buscar refugio y que quien sea un enemigo político de otro régimen es bienvenido. Hay un posicionamiento político cada vez que se otorga el asilo y se da más atención por parte de los Estados a lo que representa ese posicionamiento que al caso específico de la persona. Cuando hablamos de migración, pensamos que las personas vienen para busca una vida mejor, pero en el caso de las que buscan asilo, es simplemente para salvar la vida. ¿La presidencia de Andrés Manuel López Obrador en México trastoca estas relaciones? Con la llegada de Andrés Manuel López Obrador al Gobierno de México tendría que haber algún cambio, porque esa es la apuesta que hicieron las personas que votaron por él. Llegó con una oferta de justicia social y de protección de derechos humanos, pero no creo que sea algo que vaya a ocurrir, primero porque pienso que, para llegar a esta posición, López Obrador y su grupo han tenido que negociar con muchos sectores. Tú no puedes llegar a la presidencia de México sin tener lo que se conoce como “los amarres”: tienes que hacer amarres con los empresarios, ciertas autoridades —por ejemplo, militares—, y tienes que hacerlo muy particularmente con el Gobierno de EE UU, ese es el amarre vital para México; si ahí no hay algo bien amarrado, el país se te cae. Si tienes que tener acuerdos de cierto tipo con EE UU para poder gobernar, difícilmente vas a poder cambiar el marco de regulaciones migratorias. Me gustaría decir que sí, pero no lo veo viable porque políticamente no es lógico