“El ecofeminismo plantea un cambio de conciencia, pensarnos más allá del especismo”
La filósofa María José Guerra Palmero es activista feminista y profesora en la Universidad de la Laguna. En los últimos años sus líneas de investigación han estado centradas en el ecofeminismo, la bioética o la biopolítica. Hablamos con ella sobre interseccionalidad, colonialismo en Canarias y sobre el feminismo ante una reacción conservadora global.
María José Guerra Palmero es una de esas filósofas a pie de calle. Tan fácil es verla dando conferencias en universidades nacionales o extranjeras, que en la autoría de un artículo científico o debatiendo sobre militancia política desde su cuenta de Facebook. Accede muy amablemente a realizar una entrevista, a pesar de que va algo justa de tiempo porque es una de las ponentes en el acto de apertura de una exposición sobre la WILPF (Liga Internacional de Mujeres por la Paz y Libertad) en la Universidad de La Laguna donde, también, es profesora. Yo también ando justa de tiempo, vivo en Brasil y estoy en Canarias apenas unas semanas. Nos encontramos en el paraninfo de la ULL. Guerra Palmero Llega sonriente y se ofrece a pagar mi café.
Empecemos por lo más básico. ¿Cuál fue tu motivación para estudiar Filosofía?
Yo nací en La Laguna en los años 60. Viví cuatro años en Aranjuez, cerca de Madrid, y, luego, regresé. Sería el año 78, plena transición. Fue un momento en el que nos lo cuestionamos prácticamente todo…
Me gustaba la historia del arte, la historia, la literatura… así que pensé, ¿qué carrera me podía permitir dar respuesta a un abanico de intereses tan plurales? La Filosofía. Esa fue mi principal motivación. La Filosofía y el pensamiento crítico, con el feminismo a la cabeza. Y es que salíamos del Franquismo, donde las mujeres no teníamos derechos civiles y fue un momento de eclosión de derechos sociales y libertades.
Entonces el momento histórico fue determinante…
El momento histórico siempre es fundamental para todo (ríe). Tuve también profesores y profesoras muy críticos, y esto también me ayudó mucho. Y los movimientos sociales, tanto el ecologismo como el feminismo, me han resultado fundamentales. Así que cuando comencé a oír cosas sobre el ecofeminismo, que los cruzaba, me interesé mucho. Alicia Puleo, una gran teórica, ha logrado fundamentarlo y difundirlo.
El ecofeminismo estudia mucho la interseccionalidad. Nosotras, siendo mujeres blancas, ¿podemos llegar a considerarnos interseccionales?
Yo no tengo claro del todo que yo sea blanca, depende de donde esté. La heterodesignación de la etnicidad y de lo racial es también situada y cambia. Tiene que ver con cómo te ven otros. Me di cuenta cuando me fui a Londres siendo muy joven, donde estuve 7 meses. Me preguntaban mucho si era pakistaní. El postdoctorado lo hice en Estados Unidos y allí, para ellos, yo era latina. Siendo canaria, me parecía muy natural la cercanía a todo lo latinoamericano. Es decir, las categorías etno-raciales son contextuales y más en este mundo de desplazamientos y migraciones.
De hecho, el feminismo antirracista afroamericano y chicano por ejemplo, ha sido muy potente teóricamente. Antes Frantz Fanon, que nació en la Martinica, que aún hoy es colonia francesa, hasta que se va a estudiar a Francia no descubre la insidiosa dinámica racista. Audre Lorde, una pensadora feminista lesbiana y poeta maravillosa nos da otro ejemplo. Nacida en Nueva York durante los años 30, de padres caribeños, vivió como mujer negra, soportando todo el racismo en los Estados Unidos, hasta que fue a México y allí la identificaron como caribeña, cubana, y se sintió totalmente diferente aun caminando por la calle.
Es decir, el enfoque interseccional significa estar atenta a contextos que modulan, intensifican o borran asignaciones cruzadas, por ejemplo, entre el sexo-género y la raza o con la clase social. Chimamanda Ngozi Adichie nos narra algo parecido. Cuando llega a Estados Unidos sigue siendo negra, pero no afroamericana, sino africana. Con lo cual tiene también un “encaje” problemático y no se siente identificada con lo afroamericano. La interseccionalidad es tan compleja, precisamente, porque tiene que ver con localizaciones de las relaciones de poder, con colonizaciones, con una distribución jerarquizada de privilegios y desventajas…
Por supuesto que hay elementos que definen bien el racismo y sus transformaciones históricas. Desde la esclavitud, y hasta hoy como una clase obrera criminalizada, latinos y negros son el grueso de la población carcelaria en EEUU como denuncia Angela Davis. Dicho de otro modo, las categorías etno-raciales no son fijas ni estáticas y aunque se mantienen las mismas opresiones, se configuran en distintas constelaciones de desigualdades según el contexto. No podemos obviar que hay un sistema racista que se perpetúa, pero que también va reformándose para poder perpetuarse. Y tampoco que el sexismo permea todo el racismo y la opresión de clase. El otro día me enteré de que Colón dejó dicho que los canarios ni eran blancos ni negros. A propósito de este asunto tengo una anécdota divertida. Trabajo mucho con otros colegas en México y un colega y amigo de Guanajuato siempre me presenta diciendo “ella es europea, pero es una europea excéntrica” y luego tenemos que explicar que Canarias está frente al desierto del Sáhara. Yo creo que nosotros, como canarios y canarias, todavía no nos hemos re-pensado, pero América es parte nuestra dado que las migraciones han sido realmente nuestra seña de identidad, las del siglo XX a Cuba y a Venezuela. Aquí la historia es de idas y de venidas. Lo es en todas partes, pero aquí más.
Justamente quería preguntar sobre eso. Se habla de “tricontinentalidad canaria” …
Sí, es una identidad híbrida. Mestiza, sin romantizar el término, porque el mestizaje siempre tiene en el origen una violación y esa es una de las cosas que la gente se olvida. Primero, con la llegada de los conquistadores castellanos se fuerza ese mestizaje. La violencia sexual en Canarias está desgraciadamente en sus orígenes así como en toda la empresa colonizadora. Nuestra historia es muy parecida a la americana, porque había un pueblo originario, los guanches, una conquista, un ensayo general en chiquitito de la colonización… Fue una especie de proyecto piloto de lo que luego fue la conquista del continente americano. También se comenzó con el monocultivo, cosechando caña de azúcar y los monocultivos se han sucedido, ahora el dominante es el turismo más que el plátano. Somos considerados una región ultraperiférica por Europa. Ahora, que hay muchas perspectivas teóricas decoloniales o postcoloniales, sin embargo, no hay demasiada gente que las focalice en Canarias. Ahí, en mi opinión, tenemos aún un problema todavía a resolver… Pero justo estoy dirigiendo una tesis doctoral, la de Larisa Pérez Flores, que aborda toda esta cuestión desde la perspectiva decolonial.
De hecho, el rechazo al continente africano en Canarias es muy grande…
Cuando empezaron a llegar en 2005 y 2006 los cayucos que salían de los puertos de Senegal o de Mauritania, fue un momento de choque entre dos mundos. Los náufragos de piel negra llegaban a playas llenas de turistas europeos enrojecidos por el sol. Canarias, no lo olvidemos, es una colonia vacacional europea, lo que también se puede leer en clave neocolonial de monocultivo. El caso es que nos dimos cuenta de que esto también era África. Y, además, nos percatamos de que vivimos en la frontera más desigual del mundo. Pienso que todo esto son elementos que todavía no se encuentran suficientemente metabolizados, digeridos ni repensados con respecto a nuestra propia identidad canaria, que habría que pensarla en términos interseccionales y con la conciencia de ser una población con una larga historia de migraciones y crisis sociales. Ahora mismo los datos de la pobreza y el desempleo en Canarias son alarmantes.
¿La identidad aún está en pañales?
A mí, personalmente, me gusta muy poco ese mito falso en el que suele basarse el nacionalismo, el del autoctonismo. Aquí no hay nada autóctono, lo que hay es hibridación. Barcos que iban a América, a Europa y que luego volvían… Ahora son aviones que no paran de llegar y salir de los concurridos aeropuertos canarios con el récord de 15 millones de turistas el año pasado. Esto es muy interesante plantearlo, por ejemplo, en la propia familia. Mi abuelo se fue a Cuba y regresó por una caída del precio del azúcar que le impidió seguir allí. Después, durante el franquismo en los años 40 y 50 tuvo lugar la gran migración canaria a Venezuela… La identidad es una creación de unas élites, que muchas veces utilizan ese sentimiento para aprovecharlo políticamente. Por eso mis tradiciones son internacionalistas, es decir, lo importante para mí es la justicia social, la dignidad o los derechos humanos. Es lo relevante para todos, para el que viene de Senegal, de Brasil o de Suecia. La identidad nacional es un proceso creado históricamente y fundado en mitos y narraciones más o menos complacientes y útiles a las élites porque las desigualdades de clase, género y raza-etnicidad son estructurales. El nacionalismo, excluyente y solipsista, al final no te permite hacer cruces y comprender otras opresiones. Últimamente estoy leyendo mucho sobre el racismo que sufren las mujeres indígenas en México y en los cruces de fronteras. Otra tesis que estoy dirigiendo, la de Arantza Robles Santana, habla de sus experiencias de opresión y de un contexto migratorio que sólo produce inseguridad humana.
Siguiendo con la interseccionalidad. Es cierto que una persona blanca, a pesar de ser latina o mujer, va a tener privilegios que no tiene una negra, por ejemplo.
Tomar conciencia de los privilegios es algo muy importante. Y no es fácil porque la ideología neoliberal nos lava el cerebro con visión individualista y falsamente meritocrática. Efectivamente, como te decía antes hay un montón de escritoras que nos lo han contado. Además de Lorde y Davis, Angelou, Morrison, también las chicanas como, por ejemplo, Gloria Anzaldúa. Hay una novela impactante de la cubana Wendy Guerra titulada ‘Negra’ que te recomiendo. Pero, quizás, del privilegio que yo soy más consciente es de haber podido ir a la universidad viniendo de clase trabajadora. Lo hablo mucho con mis estudiantes… Hoy una de las grandes líneas de división es entre los trabajadores y trabajadoras cualificados y los no cualificados. También hemos pasado de hablar de clase obrera a lo que algunos llaman “precariado”. La clase obrera se genera con un modelo industrial. Ahora el modelo es de servicios. Hay muchos elementos que pensar al respecto pues la posición social la determina la clase, pero también la raza y la etnicidad así como el sexo-género. Desde el urbanismo, el mismo diseño de las ciudades, también se percibe esto. Tú conocerás bien el urbanismo de Río de Janeiro, que construye y expresa unas desigualdades exacerbadas.
Completamente. El metro está pensado para que se suban blancos en una línea y negros en otra.
Boaventura de Sousa Santos, un autor portugués, hizo su tesis doctoral sobre las favelas. Una de las líneas que puso de manifiesto fue la segregación urbanística y las diversas formas de fascismo social –violencia y exclusión- que albergan las ciudades.
Cambiando un poco de tema, ¿cual es tu opinión sobre la educación en cuestiones ambientales, de género o sobre racismo?
Es un asunto fundamental plantear la igualdad y la diversidad sexual y, también, es imprescindible plantear el proyecto de la educación ambiental. A finales de los 80 y de los 90, tomaron bastante protagonismo. En la década pasada, coincidiendo con la crisis, podríamos decir que todas esas propuestas educativas se agotaron porque el contexto neoliberal y neoconservador que estamos viviendo es hostil a ellas. Hay que tener en cuenta que España salió de una dictadura el año 75 y que en el 78, se aprueba la Constitución. Había que construir un Estado de bienestar, había que construir un sistema sanitario, un sistema educativo, poner las bases de la investigación científica en las universidades para homologarnos con Europa. Y este tipo de contenidos hablaban de responsabilidad social y de igualdad en la educación…
Todo esto está ahora mismo en un proceso de desmantelamiento y desguace. Por un lado, tenemos la experiencia de la crisis económica, que no es crisis económica sino cambio de modelo, una mutación del capitalismo que reniega de toda redistribución de la riqueza. Por otro lado, hay un rearme enorme de la derecha más conservadora… Y lo estamos viendo y viviendo ahora. Parece que, realmente, querrían volver a los años 50, en Estados Unidos, con el macartismo y la caza de brujas. Volver a la situación anterior, a las luchas sociales por los derechos civiles de los negros, el movimiento feminista, el ecologista, el pacifista enfrentándose a la guerra de Vietnam… Y borrar todo lo de que salió de esa explosión social liberadora y emancipatoria. Hay un sector fascista que está ganando, utilizando el caldo de cultivo de la precariedad de la globalización, con la vuelta de los discursos nacionalistas de cierre identitario, misógino, racista, homófobo… Es un reto enorme que tenemos que enfrentar y que, especialmente, tiene que enfrentar tu generación, la gente más joven. Un panorama lleno de sombras.
Entonces, ¿consideras que el trabajo que ha habido en educación anteriormente ha sido importante?
Ha sido importante. Se han movido muchas cosas… Pero lo que tenemos ahora es lo que en inglés llaman backlash, una reacción. Cuando tocas el status quo, a lo mejor durante un tiempo no hay reacción, pero cuando empiezas a avanzar socialmente y empiezas a erosionar al patriarcado con el feminismo y la apuesta por la diversidad sexual, al poco, como hemos visto, empiezan a sonar las alarmas simbólicas. No es nada extraño que después de un presidente afroamericano como Obama venga ahora otro como Trump, un “nacionalista blanco”. Es una gran reacción a determinados avances que a veces han sido solo simbólicos, porque el capitalismo financiarizado no ha parado de acumular y expropiar…, pero que suponen cruzar una línea roja que ha hecho que los sectores conservadores reaccionen con mucha violencia. Brasil es un buen ejemplo de que es una tendencia global: Temer, la bancada evangélica y la destitución de Dilma, una presidenta socialdemócrata que ha sufrido una misoginia brutal.
Pasando a otros mundos más cercanos. El tema de las nuevas masculinidades es uno de los que más debate está generando dentro de los feminismos. ¿Se podría hablar sobre que los hombres no encuentran demasiados modelos de masculinidades no opresoras?
Curiosamente, con todo este vuelco neoconservador, vuelve el refuerzo de la masculinidad tradicional y no solo el de la feminidad tradicional. Hay todo un gran aparato para reproducirlo. Los medios de comunicación son clave… series, películas, videojuegos… Y el modelo del héroe de guerra o el héroe policial es omnipresente. Es el mismo que narró Homero en la Ilíada, es Aquiles y es Héctor. Sin embargo, se va modernizando, pero sigue siendo el mismo núcleo, las virtudes de la heroicidad guerrera. Realmente es un modelo disfuncional si queremos una sociedad igualitaria y en paz. El caso es que ahora se vuelven a extender los conflictos y la guerra… pero es cierto que durante la Guerra Fría este modelo se encontraba más “congelado”. Marina Subirats es una autora que trabaja mucho este asunto… Sin embargo, la heroicidad bélica se perpetúa y se perpetúa. Lo mismo ocurre con la feminidad y los medios de comunicación, ’50 Sombras de Grey’ es un ejemplo paradigmático… La gran maquinaria mediática multinacional como Fox o Disney recrean una y otra vez, con pequeñas variaciones, los mismos modelos. Es muy difícil proponer alternativas porque la hegemonía cultural sigue trabajando para reproducir lo mismo.
En México, con la colegas de allí en nuestro proyecto, estamos trabajando mucho en torno violencia, género y paz. Capitalismo y mafias van aunadas y uno de sus efectos es la epidemia de feminicidios… Kathleen Barry publicó en 2010 el libro ‘Unmaking war, remaking men’. Esto es, para deshacer la guerra hay que, deshacer y luego rehacer a los hombres con otro modelo. Podríamos pensar que solo es en el ejército, pero no es así. Es el deporte, es la competitividad, es este afán por las conductas de riesgo… Segato ha venido a decir que si no cesa la violencia contra las mujeres será imposible la paz.
Como el típico “no hay huevos”.
(Ríe) Es una conducta en ocasiones suicida. La masculinidad hegemónica es muy tóxica y patógena en el aspecto de que necesita estar siempre afirmándose por encima, especialmente de otros y de otras, pero especialmente de otras. El feminismo ha hecho mucho en las últimas décadas para deconstruir la feminidad opresiva. Ahora que se habla tanto de fluidez de género tras la revuelta queer… Pero, realmente, la reproducción de ese modelo de masculinidad hegemónica está muy arraigado y ahora se rearma y refuerza. Necesitamos un gran debate… Ahora abordamos el tema de si un hombre es, o puede ser, feminista, aliado o compañero de viaje. Todavía no hay un buen ajuste. Yo he tenido mucha suerte con los hombres de mi vida, pero luego ves las estadísticas y piensas que las cosas han cambiado muy poco. También con respecto al reparto de cuidados. El cambio social es muy difícil y duro. Los hombres deberían desafiar el machismo en los espacios de socialización masculinos, increpar a sus colegas, compañeros y poner coto a tanto sexismo, un sexismo que se da en todos los ámbitos sociales: trabajo, familia, deportes…
Dentro de la crianza mayoritariamente siguen siendo las mujeres las encargadas absolutas.
Sí, igual que en el cuidado de los mayores. El cuidado es una conducta humana que todos necesitamos. Un bebé humano sin cuidados no sobrevive. Universalizar el cuidado y desnaturalizarlo para que no sólo nos toque a las mujeres todavía es una batalla por ganar. Hemos logrado muchas cosas, pero quedan tantas todavía por lograr… A veces pienso que la lucha feminista, que sobre todo arranca de la revolución francesa y del feminismo ilustrado, Mary Wollstonecraft y Olympe de Gouges, por no citar más que dos, todavía está en pañales. Cambiar mundialmente una pauta tan atávica y tan arraigada como la patriarcal nos está llevando siglos.
Tenemos, asimismo, que tener claro que en el feminismo hay olas y reflujos. Siempre hablamos de la primera ola, que fueron las sufragistas, la segunda que fue la de los años 70 y ahora realmente vamos avanzando, no lo podemos negar, pero la reacción está siendo muy fuerte. (Se queda pensativa) En la Primera Guerra Mundial, como no había hombres, las mujeres tuvieron que tomar el mando en la retaguardia y tenían que conducir el autobús o el tranvía. En los años 20 también se avanzó, por ejemplo el cambio de la vestimenta de las mujeres más a lo garçon… Y luego mira lo que vino. El ideario de los fascismos fue que la mujer estaba al servicio de la familia y de la nación. Se avanza, pero hay que resistir, porque lo que vienen siempre son retrocesos, y luego, volver a lanzar avanzadillas. La del feminismo es una historia tremendamente dura.
A escala global, ahora que se está dejando de hablar de igualdad de género para referirse a liberación de la mujer… Ahora que estamos poniendo las cartas sobre la mesa sobre los distintos tipos de opresiones, ¿crees que la contrarreacción que le acontece es potente?
Es muy potente. Muy potente. Creo que todavía no nos hemos dado cuenta de lo potente que es. No voy a contar algunas hipótesis que tengo en mente, bastante poco tranquilizadoras… Pero el ascenso de la ultraderecha en Europa es algo muy preocupante, como el vuelco de casi todos los procesos en Latinoamérica, el “no” al proceso de paz en Colombia… Esto tiene una repercusión a escalas globales. Vivimos en lo transnacional, tanto en el ámbito de los medios de comunicación como de la economía y la crisis de las izquierdas parece ser realmente aguda.
¿Cómo podría posicionarse el ecofeminismo en una realidad global tan poco alentadora?
Uno de los datos más importantes para comprender el presente es el cambio climático, junto con un capitalismo que no solo ha mutado en lo financiero, sino que está apostando por un modelo extractivista muy agresivo y aún dependiente de la minería y las energías fósiles. Es cuestión de supervivencia cambiar el modelo, porque las inercias son realmente muy poderosas y las propuestas de cambio necesitan de un impulso.
Esto podemos verlo claro en Canarias, con el proyecto de Ley del Suelo en el que se desprotegen muchas zonas naturales. Una nueva sensibilidad acerca de la pertenencia a la naturaleza, sobre nuestra propia fragilidad o nuestra relación con los animales está siendo una de las características de la época. Todo este movimiento se está enfrentando a una reacción que busca la nostalgia, que es negacionista al seguir creyendo que la naturaleza es ilimitada y por tanto, que no cese el saqueo. Eso nos lleva directamente al abismo. Uno de los campos de estudio en los que más estoy investigando ahora son los desplazados ambientales, realmente refugiados, los que tienen que irse a causa de las sequías, zonas contaminadas o desertificación. Es un panorama aterrador.
Y aquí, ¿cómo actúa el ecofeminismo?
Básicamente lo que se plantea es un cambio de conciencia, pensarnos más allá del especismo. Somos seres interrelacionados, dependientes e interdependientes. Esto debería llevarnos a reformular la economía de manera más democrática y en armonía con la naturaleza. Eso no lo permite nuestra actual economía depredadora. Loretta Napoleoni habla de economía canalla, en el sentido que, tanto, en el lado financiero como en el relativo a la naturaleza -el extractivismo, el acaparamiento de tierras, la pérdida de biodiversidad, de suelo…- genera desigualdades, escasez e insostenibilidad. Todo esto es un reto para las jóvenes generaciones. El problema que yo veo está ligado a los medios de comunicación… Ya hablo de narcosis social. El término clásico sería la alienación. Logran que haya un público interesado en el fútbol o en programas de cotilleo, de series… pero para un gran sector social no hay ningún tipo de visión crítica o de problemas sociales. Uno de los grandes temas actuales a los que se enfrenta la filosofía son los medios de comunicación. Son controlados por grandes corporaciones y propagan el credo neoliberal así como eso que ahora llaman postverdad, y que es tan sólo desinformación y manipulación.
Fuente: Tamara Muñiz Pérez (pikaramagazine.com)