La incultura enquistada de España

“Una sociedad sin igualdad de oportunidades premia no a los alumnos y ciudadanos con mejores capacidades, sino a los que tienen más dinero. Así de simple”, argumenta Cristina Fallarás

Segregación escolar por nivel socioeconómico”, se llama. Por resumir, consiste en que los niños ricos estudian con niños ricos y los pobres con niños pobres. Se podría decir que para que se identifiquen, o sea, para adiestrarlos desde la infancia sobre a qué pueden aspirar, con quiénes pueden tratar, quiénes son sus iguales y dónde están “los mejores” y quiénes son “los peores”.

Pongamos una situación ideal, que podría ser la siguiente: Todos los alumnos españoles reciben la misma educación, en centros que manejan los mismos presupuestos, de maestros con la misma preparación y el mismo salario –pongamos el doble que el actual–, y agrupados en aulas donde se mezclan aquellos que proceden de familias con ingresos elevados y otros de entornos pobres. Si aspiráramos de verdad, no solo de boquilla, a una sociedad realmente igualitaria, con las mismas oportunidades para todos los ciudadanos desde su más tierna infancia, el anterior sería un buen modelo. Pero en España a nadie la cabe en la cabeza una idea semejante. A nadie, ni siquiera a los más audaces.

Y, sin embargo, ¿por qué no? Las capacidades de los ciudadanos no dependen del dinero que posee la familia en la que nacen, a no ser que sean condenados por ello a estudiar en centros con muchos menos recursos y en entornos donde la privación –no solo económica, sino de todo tipo de medios– es lo único que van a compartir más allá de las pantallas de sus aparatos domésticos. Una sociedad que aspirara a la mejor educación para sus ciudadanos, y así también a un futuro de igualdad, un futuro culto, debería aspirar a una educación homogénea, rica y diversa.

Lo contrario de lo que sucede en España, como acaba de demostrar el informe elaborado por varios investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM).

Los datos más alarmantes son dos:

-España es el sexto país de la Unión Europea con mayor segregación escolar por nivel socioeconómico. Detrás solo quedan Bulgaria, la República Checa, Eslovaquia, Rumanía y Hungría.

-La Comunidad de Madrid es la segunda región con mayor segregación escolar por nivel socioeconómico. Detrás solo queda Hungría.

El informe alerta de que dicha segregación “es un poderoso mecanismo para impedir la igualdad de oportunidades real entre todos los estudiantes; así como el mejor medio para fomentar la segregación y las desigualdades sociales”. Se observa también que en los centros donde se agrupan los alumnos con rentas menores, el rendimiento escolar desciende notablemente, y eso genera consecuencias a largo y corto plazo. O sea, enquista las desigualdades económicas y crea una sociedad sin igualdad de oportunidades.

Una sociedad sin igualdad de oportunidades premia no a los alumnos y ciudadanos con mejores capacidades, sino a los que tienen más dinero. Así de simple. Y eso tiene que ver únicamente con decisiones políticas, así de triste. De hecho, a la cabeza de los países con menos segregación escolar socioeconómica están, en este orden, Finlandia, Suecia, Irlanda, Polonia, Malta y Dinamarca, lo que da al traste con la idea de que solo los países ricos o “del norte” reducen las desigualdades. Es política, o sea, una decisión tomada por los gobernantes, en este caso españoles.

Ninguna política educativa sucede por omisión, aunque sea eso lo que se quiere hacer creer habitualmente: “el problema de la educación en España es la falta de un acuerdo blablabla”. Ninguna política educativa es inocente.

Para explicar el problema de la educación en España basta con echar una ojeada a la Comunidad de Madrid. Es la penúltima región de la UE, como se ha dicho, en el tema que nos ocupa. Solo Hungría favorece más las desigualdades que Madrid. En Madrid, según datos del Ministerio de Educación, un 15% de los alumnos estudia en centros privados y otro 30% en centros privados concertados. O sea que poco más de la mitad de los alumnos madrileños cursan sus estudios en centros públicos. A eso hay que sumarle la promoción de una educación-empresa o educación-mercado, basada en la libre elección de centro y en la publicación constante de ránkings. Ninguna de estas realidades es casual ni existe “por omisión”. Al contrario, responden a decisiones políticas aplicadas minuciosamente.

En ningún lugar como en la educación queda retratado un proyecto de país. Según esta fotografía recién conocida, el proyecto de España se basa en las desigualdades y en la condena de amplios sectores de la población únicamente por razones de nacimiento, razones económicas. Exactamente lo contrario de una sociedad culta. Lo más bárbaro del asunto es que responde a una decisión política detrás de otra. Y que podría ser distinto.

Fuente: Cristina Fallarás (lamarea.com)