De la primavera silenciosa a la noche silenciosa: agroquímicos y Antropoceno

“Vivimos en el Antropoceno, el primer momento de la historia de la Tierra en el que los químicos sintéticos, creados por seres humanos, están dañando al planeta y contribuyendo a una mayor pérdida de biodiversidad”.

Compartimos el artículo De la primavera silenciosa a la noche silenciosa: agroquímicos y el Antropoceno” de Tyrone B. Hayes y Martin Hansen y traducido por Ecologistas en Acción, imprescindible para conocer las causas de la sexta extinción masiva del planeta en el Antropoceno.

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El artículo estima que se utilizan unos 2,3 mil millones de kg de pesticidas al año en todo el mundo. España, con una cuota del 20% de consumo, es la primera potencia europea en consumo de pesticidas.

La explosión en el uso de pesticidas se producto tras la Segunda Guerra Mundial cuando los químicos utilizados para matar insectos portadores de enfermedades se adaptaron para el control de plagas y los herbicidas utilizados como defoliantes para destruir los suministros de comida y encontrar al enemigo que utilizaba los bosques como refugio, se modificaron para controlar las malas hierbas.

El uso intensivo de pesticidas en agricultura ha conducido a una exposición mundial a estos químicos. Transportados por el agua, el aire y los animales migratorios, se puede encontrar pesticidas en las reservas de agua potable, la atmósfera, la cima de las montañas o incluso en áreas remotas del Ártico donde no se utilizan.

La exposición generalizada a agroquímicos ha alterado los paisajes y ecosistemas alrededor del mundo. Además de matar directamente a organismos no objetivo, los organismos objetivo y no objetivo pueden desarrollar resistencia a los pesticidas, dando lugar a acervos génicos alterados.

De 1946 a 1954 (siguiendo el aumento de pesticidas después de la Segunda Guerra Mundial), se descubrieron entre una y dos nuevas especies resistentes por año. En 1980, ya se contaban 428 insectos y arañas resistentes. El 60% de las especies resistentes fueron plagas agrícolas en ese momento, así que el uso generalizado de insecticidas en agricultura contribuyó significativamente a la evolución de especies resistentes.

Además de la preocupación asociada al volumen de pesticidas utilizados cada año, su persistencia en el medio ambiente levanta aún más inquietud.

Concentraciones “no tóxicas” causan disrupción endocrina

Los datos emergentes demuestran que incluso las concentraciones bajas (consideradas anteriormente como «no tóxicas») de pesticidas pueden tener un impacto en la salud, la fisiología, la reproducción y el desarrollo a través de efectos disruptores endocrinos.

La disrupción endocrina se origina por mecanismos de acción diferentes al mecanismo con el que el químico mata al organismo objetivo, lo que hace que los efectos de los contaminantes hormonales sean impredecibles.

Un ejemplo es el insecticida DDT que mata insectos al abrir los canales de sodio de su sistema nervioso, lo que provoca espasmos y la muerte. Pero los efectos disruptores endocrinos del DDT en vertebrados, como el adelagazamiento de las cáscaras de huevos en aves o el aumento en la incidencia de cáncer de mama y las malformaciones reproductivas en mamíferos, se relacionan con otros mecanismos de acción completamente diferentes.

Según los autores, la solución es la reducción del uso de fertilizantes y pesticidas químicos en agricultura y la separación de la agroquímica y la industria de las semillas.

Fuente: Ecologistas en Acción