La economía española ha crecido en los últimos años por factores totalmente ajenos a la política del Gobierno. Ha crecido porque el precio del petróleo era barato, ha crecido porque el BCE ha aplicado la política de estímulos monetarios y ha crecido cuando el PP deja de aplicar recortes en 2015 por razones electorales.

Sin embargo, ese crecimiento no se ha traducido en la mejora de las condiciones de vida de los españoles, ya que tal y como presenta Cáritas, siete de cada diez hogares no han notado ninguna recuperación económica. En el último informe sobre empleo en la UE, la Comisión Europea afirma que la desigualdad por renta en España se encuentra en “una situación mucho peor que la media europea y deteriorándose o no mejorando lo suficientemente rápido.” Esto en lo que a desigualdad de renta se refiere, donde los salarios más bajos (deciles 1,2,3) más se han “ajustado”,  pero si comparamos la desigualdad en riqueza la disparidad se dispara entre quienes acumulan más patrimonio y quienes más pierden.

Según la Encuesta Financiera de las Familias (EFF) publicada en enero de 2017 con datos de 2014, el 25% de la población española más rica concentra el 74% de la riqueza y el 42% de la renta anual, mientras que en el caso del 25% de la población más pobre, su patrimonio medio tiene un saldo negativo y solo representa el 16% de la renta total. Esto tiene como consecuencia que aquellos sectores que más perdían antes de la crisis, más pierden con ella. La crisis ha provocado que las deudas de los hogares pobres, cuyo principal componente es la deuda hipotecaria, hayan crecido diez veces más que las del resto de la población.

España es el segundo país con mayor tasa de paro de la OCDE y  uno de los países de la OCDE con la calidad de empleo más baja. Según la OCDE en 2013 los españoles trabajaban 280 horas más al año que los alemanes, en 2015 esa cifra se eleva a 333 horas más. En España trabajamos más horas al año que en Alemania, producimos 8 veces menos energía solar y nos jubilamos más tarde. Esto no es una maldición bíblica, es el resultado de un modelo productivo concreto acorde a un planteamiento determinado.

La vía precaria por la que apuesta el Partido Popular se ha demostrado fallida: ni genera garantías ni ofrece seguridad, ni permite a la economía española solucionar los problemas crónicos que arrastra, al contrario, insiste en ellos. Ahora el precio del petróleo sube y subirá todavía más y dentro de poco el BCE empieza a retirar su política de estímulos. Podemos entonces preguntarnos, ¿qué nos queda cuando quitamos todo ese viento de cola? Nos quedan los recortes, nos quedan las reformas laborales, la precariedad, los bajos salarios, la temporalidad y los alquileres por las nubes. Nos queda la corrupción y el fraude fiscal, nos queda la desigualdad y la brecha salarial. Nos queda el PP, sus pufos y Montoro contra los municipios, y nos queda un modelo obsoleto que solo beneficia a unos pocos, pero que nos hace dependientes a todos. Si todas estas políticas lastran las posibilidades de este país, quizás toca hacer y apostar por lo opuesto: cambiar el modelo y el planteamiento.

En lugar de devaluar las condiciones de vida hay que elevarlas, en lugar de confiar religiosamente en el virtuosismo del aumento de los beneficios privados para dinamizar la economía de todos, hay que garantizar un suelo de ingresos y de dignidad al conjunto de la ciudadanía. En lugar de rebajar impuestos a los que más ganan y tienen, para que luego además accedan a deducciones y bonificaciones, hay que cobrarles a ellos para que salgan ganando quienes menos ganan. En lugar de entender la libertad como la libertad para enriquecerse a costa de la riqueza de todos los españoles, entendamos la libertad como aquella que le permite a toda la sociedad la igualdad de ser ciudadano, la libertad para rechazar un salario de miseria, la libertad de contar con la seguridad de un alquiler que ofrezca garantías, la libertad de verse libre de deudas para poder vivir con dignidad. La libertad de tener seguridad es la libertad para decidir qué hacer y a qué dedicar el tiempo, frente a la inseguridad de la precariedad donde la riqueza de unos pocos es inversamente proporcional a la libertad de todos.

Fuente: Jorge Moruno (publico.es)