COP 27: Cumbre del Clima
Como cada año, la distancia entre donde estamos y donde deberíamos estar va en aumento
Cuanto más urgente se hacen los compromisos de acciones concretas para atajar la crisis climática más se reiteran los vacuos objetivos sin agenda y las presiones para que nada cambie.
Pocas eran las expectativas de la COP 27. A la resistencia recurrente de los principales países emisores a mitigar su desenfreno y a la extrema dificultad de llegar a acuerdos por consenso se sumaba, por un lado, la guerra en Ucrania y la crisis energética asociada; y, por otro, su celebración en Egipto, un país insensible al cambio y a la justicia climáticas. El resultado: los más de 40.000 partícipes fueron incapaces de consensuar las causas y arbitrar soluciones concretas y planificadas.
En síntesis, dos eran los principales objetivos de la cumbre: creación de un fondo a favor de los países más vulnerables y la implementación de medidas de adaptación.
Sólo del primero y en última instancia (a punto de que la UE abandonara la cumbre por ineficiencia) se logró salvar un acuerdo de mínimos, que recoge una exigencia de la sociedad civil, de crear un fondo aportado por los países que más han contribuido al aumento de las emisiones, a favor de los países más vulnerables ante el cambio climático. Sin embargo, lejos de diseñar su inmediata puesta en marcha, el texto final se ha limitado a anunciar la creación de un comité responsable de definir el proceso para la financiación del fondo y los criterios para la selección de proyectos que podrían acogerse a esa financiación.
En cuanto a las medidas de adaptación, las más relevantes al diseñar programas y métricas claros para reducir las emisiones al ritmo de cumplir los objetivos climáticos, han sido las grandes olvidadas, limitándose a repetir lo ya pactado en Glasglow, y de igual forma que allí, la mera mención a la necesidad de abandonar los combustibles fósiles ha sido una dificultad insuperable. Lo más ha sido perfilar el programa de trabajo sobre el objetivo global de adaptación, un mecanismo formal que fija los siguientes pasos, dando continuidad al mandato de Glasgow y que debe permitir alcanzar conclusiones en la próxima cumbre que se celebrará en Dubai (un destino que vaticina ir de mal en peor)
Es importante denunciar la represión ejercida por el Gobierno egipcio contra activistas, disidentes políticos y periodistas, antes y durante la COP. Esperemos que la comunidad internacional y la ONU condenen estas acciones y demanden al país anfitrión la liberación de los presos. La represión de la transparencia ambiental nos afecta a todos y está en el origen de tanta desinformación intencionada. En línea con esta desinformación, eso sí sin represión mediante, más allá de obviar las consignas de los expertos del clima de todo el mundo, la presidenta de Madrid sigue negando los causas y efectos de la crisis climática en un ejercicio de grave irresponsabilidad que, en tanto no se le desautorice expresamente, cuestiona la competencia gestora de su partido, al evidenciar más atención al oportunismo electoral que a la defensa sincera del interés público.
En definitiva, los documentos finales de la COP27 no recogen una hoja de ruta clara y deja, una vez más, a la mera voluntariedad de los países que los objetivos se lleguen a cumplir… o no.
Para terminar, un par de notas esperanzadoras: Estados Unidos y China han aprovechado esta cumbre para, de nuevo, trabajar juntos sobre el clima; y se ha registrado un aumento de países firmantes del compromiso de reducir las emisiones de metano (GEI más poderoso) en un 30 % para finales de la década, incluyendo a China…
Espacio ECO
Asociación vecinal ‘El Pueblo que Queremos’