De hombre a hombre: las relaciones no patriarcales

El feminismo aporta a la filosofía, a la política y a la vida lo mismo que la alta cocina a la artesanía de los fogones: la deconstrucción. Si algo enseña el feminismo es a deconstruirse. A romper moldes, roles, imágenes preconcebidas, títulos y definiciones.

El feminismo aporta a la filosofía, a la política y a la vida lo mismo que la alta cocina a la artesanía de los fogones: la deconstrucción. Si algo enseña el feminismo es a deconstruirse. A romper moldes, roles, imágenes preconcebidas, títulos y definiciones. Las feministas han sido capaces de poner todo en cuestión, pues la situación de desigualdad estructural generada por el heteropatriarcado requiere, irremediablemente, atacar las raíces de la situación y afrontar el cambio desde lo inexplorado.

La revolución feminista la protagonizan mujeres. Así debe ser. Los hombres podemos acompañar pero nunca liderar pues el camino hacia la igualdad implica tanto un empoderamiento constante de las mujeres, como una retirada pacífica de los hombres de los lugares y roles que no nos corresponden y nos fueron dados graciosamente.

En esta situación, no somos pocos hombres los que nos planteamos qué supone ser un hombre contrario al heteropatriarcado, aliado feminista o feminista. Elijan ustedes el título. ¿Cómo se vive? ¿Cómo colaboramos con el feminismo sin sacar mucho la cabeza, como vivimos cada día? ¿Cómo somos en pareja? ¿Cómo participamos de relaciones sentimentales no patriarcales?

Seguramente, hablando a otros hombres sobre el feminismo y el patriarcado (para su destrucción). El feminismo nos ha enseñado a dudar de todo, a buscar la raíz oculta en nuestros comportamientos. Y esa deconstrucción nos sitúa en un lugar extraño: ser hombres no patriarcales, y relacionarnos (a veces) sentimentalmente con mujeres (u hombres) feministas (se entiende). Plantearía cuatro cuestiones clave de nuestro comportamiento para lograr vivir, y disfrutar, de una relación alternativa al patriarcado:

  • Igualdad – Los cimientos siempre se hacen con cemento. Una pareja (llamémosle así) requiere de dos individuos que se reconozcan como iguales, no de manera retórica sino en la praxis. Tú y yo tenemos el mismo poder, la misma capacidad de veto. Para un hombre esto supone renunciar, cada momento, a los privilegios que nos dieron al nacer. Implica negociar y consensuar, no utilizar el cuerpo y la voz en las discusiones, romper con una imagen que todos los hombres hemos recibido: nuestro posicionamiento siempre es crucial y cabal. No lo es. Es uno más. Encontrar un equilibrio entre los miembros de la pareja, evitar sumisiones automáticas, es un esfuerzo diario, de ambos. No se trata de no manifestar la opinión por miedo a ser machista. Requiere un proceso de autocontrol para reconocer el otro punto de vista sin perder el propio. Lo fascinante de una relación igualitaria es que, anulada la opción de dominio, el contacto con la otra persona es fuente de crecimiento personal y colectivo.
  • Intimidad – El amor, asumamos que hay amor en las relaciones sentimentales, se construye, no viene dado (ese es el enamoramiento que puede hacernos caer en prácticas de amor romántico). El amor implica intimidad, reconocerse como personas individuales completas que elijen, ambas, compartirse: los secretos, los miedos, los proyectos, las esperanzas, los retos… Compartir intimidad implica dotar de seguridad a la relación pues, siendo transparentes, las amenazas son afrontables. Una relación no patriarcal es una relación segura, también para los hombres. Es el lugar en el que poder reconocer(se) débil, inseguro. Es también el lugar en el que los sueños imposibles y las aspiraciones inconfesables tornan en factibles y relatables. La ruptura con el patriarcado de los hombres implica abrirse a esa intimidad, aceptar nuestra propia vulnerabilidad y buscar apoyo en la otra persona, sin juicios. Esa intimidad que nos refuerza pero no nos hace, a nadie, dependientes.
  • Sexo – El sexo postpatriarcal está aún en vías de exploración. Implica para los hombres, en primer lugar, negar la idea de la “necesidad” de sexo (entendido a menudo como coito). Utilizar el término “necesidad” implica automáticamente que ese impulso debe ser satisfecho, sin alternativa posible. Es el germen de la violencia de género. Renunciemos a eso también. A los hombres nos gusta mucho el sexo. O no. A las mujeres también. O no. El sexo entre iguales puede ser tierno, divertido, físico, superficial, relatado y susurrado, rápido o elaborado, silencioso o sonoro, exclusivo o compartido… Lo que lo diferencia es que supone un conocimiento holístico de la otra persona. Implica jugar a lo que nunca habrías jugado y decir no cuando no quieres. Supone escuchar y participar de los deseos de la otra persona y ser capaz de relatar los propios. Entender los ritmos del otro y explicar los tuyos. Dejarse llevar y perder el control sabiéndose seguro. En el sexo entre iguales, el hombre ya no está en el centro. A veces, sólo mira…
  • Cuidados – En una relación no patriarcal, los cuidados son el centro de la “pareja”. Ambas parten deciden cuidar y amar a la otra. Es su responsabilidad principal. A dos, todo es más fácil que de manera individual. Abrirse a los cuidados requiere para los hombres otra deconstrucción de nuestro rol social. No somos cazadores ni aportamos el sustento. Seamos cuidadores, hagamos nuestra parte. Somos una parte de un mecanismo más amplio, la propia relación, que si se prolonga en el tiempo afrontará los retos vitales más duros. Cuidar es la forma más amplia de amar. Cuidar a la persona amada, pero también a su familia, amigas y crianza. Cuidar como forma esforzada y central de amar pero también como límite social y vital a la individualidad de cada uno. Ocuparse de los cuidados ya no es, por tanto, una obligación sino que puede vivirse desde la realización personal, como la forma más cierta de contacto humano. Entenderse a uno mismo como elemento clave de una sociedad que requiere ser cuidada, implica situarse en pareja en una posición de predisposición al amor en igualdad.

Suena fácil ¿verdad? No lo es.

Fuente: Ander Gutiérrez-Solana Journoud  (lamarea.com)